miércoles, 16 de octubre de 2013

Veintisiete


"¿Enrique me puedes recoger hoy del trabajo?, tenemos que conversar." Cuando me dijo eso, sabía que el tema era serio.

Nos encontramos en Miraflores, en el parque Kenedy, nos saludamos y me di cuenta lo que se venía.

Me terminó, me dijo que ya no me amaba, había estado saliendo a escondidas y había conocido a otra persona, una persona que la hacia sentir especial, la hacía sentir como princesa, una persona que estaba con ella en todo momento.

Me di cuenta de mis errores y de lo mucho que la descuidé, le rogué para no terminar, que me diera una última oportunidad para mejorar las cosas y solucionar todo, me arrodillé, le pedí, le supliqué, le lloré como un niño.

Nuestra convivencia, nuestros viajes, nuestras canciones, nuestros lugares, etc, todo había desaparecido para ella, simplemente me dejó de amar y quiso rehacer su vida con alguien que la trate como ella anhelaba.

Me destrozó el corazón por completo. Me dejó llorando al pie del malecón. No dejé de llorar, pensar y fumar toda la noche. Esa noche no regresé a casa hasta que amaneció.

Durante 3 meses la quise volver a reconquistar y la busqué por muchas lados. La buscaba en su trabajo, en su casa, en casa de sus amigos pero nunca la encontré. Hasta aquella noche que me quedé afuera de su casa esperándola. Yo estaba sentado al pie de la puerta de su casa cuando de pronto una pareja dobló la esquina, agarrados de la mano, me quedé frío y sentí claramente como dentro mío algo se rompía. Era Rocío con su nueva pareja.

Me lavanté con lágrimas en los ojos, el ramo de rosas que tenía se quedó en el piso. No nos dijimos nada, sólo me acerqué, nos miramos y me fuí.

Por mucho tiempo traté de entender y asimilar lo que había ocurrido, nunca pude encontrar respuesta a tantas preguntas.

Al año se casaron y ella estaba embarazada con 5 meses de gestación.

A la semana después de su matrimonio, dejé de vivir en Lima, me fui a Cusco a cumplir mi sueño, sueño que tuve con ella pero nunca quise dejar de cumplirlo así sea soló.

Al año y medio después, mi sueño estaba casi listo, había logrado construir un hotel y vivir en Urubamba, lo que siempre quise hacer toda la vida. Dejé todo en Lima, trabajo, amigos y familia por lograr mi sueño y lo había conseguido, pero me sentía un completo incompleto porque nunca me olvidé de Rocío, y siempre tenía en mente que lo que había logrado fue el sueño de ambos.

Al poco tiempo recibí una llamada de Rocío pero no le respondí, escuchar su voz me dejó sin reacción, y sólo atine a colgar.

Tres meses después, un 27 de diciembre fue un día muy frío y lluvioso, cuando de pronto entró al hotel una señorita. Decía que me conocía, que habíamos vivido algo importante, le dije que se estaba equivocando de persona, que cometía un error porque yo estaba hace tiempo sin amor.

La noté desesperada así que la invité a pasar y tomar un café, nos sentamos en los sofás y le dije "Perdón, no la quisiera lastimar, tal vez lo que me cuenta sea verdad, lamento contrariarla pero yo, no la recuerdo."

Era Rocío...



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